Nos descalzamos y caminamos sobre el césped para
contactarnos con la madre tierra.
Nos sentamos apoyando nuestra espalda a un árbol especialmente
un roble si es posible, con nuestra espalda apoyada en el árbol compartimos su energía
que se hunde en lo más profundo de la tierra.
Meditamos por la paz, la prosperidad y el amor. Nos llenamos
de luz.
Encendemos un fuego para honrar a nuestra madre tierra.
Formamos un círculo para
no dejar rincones disponibles a la oscuridad.
Nos concentramos en la luz para que ella ilumine nuestro
camino y no permita el avance de la oscuridad.
Traemos ofrendas de los
4 elementos: fuego, tierra, agua y aire para que el árbol de la vida se
fortalezca y la madre tierra nos de prosperidad.
Escribimos deseos en hojas limpias y los quemamos sobre el
fuego sagrado a la media noche. Pedimos por salud, amor, prosperidad, y porque se hagan realidad
nuestros sueños.
Si celebramos el equinoccio de primavera saltamos sobre el
fuego para dejar atrás una etapa y comenzar una nueva y fértil época.
El otoño es época de cosecha, de regocijo, nos preparamos
para recoger los frutos de la madre tierra.
Cada estación es una época de celebración, porque somos
hijas de la tierra y guardianas de la luz y de la paz.
Unámonos mujeres, guardianas de la luz.
Meditemos y roguemos por la paz, porque nuestros hijos no tengan que enfrentar la
oscuridad. Para que la guerra no amenace a nuestros hijos y a nuestros hombres
Reunidas en el círculo de la luz cada una de nosotras es un
eslabón de la cadena y el círculo es la figura perfecta.
Enciendan sus velas desde el
21 en el hemisferio sur y desde el 22 en el hemisferio norte. ( 10.45 am)
En el equinocio de primavera y de otoño son los únicos días
del año en el que el sol cruza el ecuador celestial. En este día hay la misma cantidad de horas de día que de
noche, 12 horas de cada una.